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Los tacones y la salud

La pregunta

¿Alguna vez te has preguntado si esos zapatos que usas de tacón tan estilizado son buenos o malos para tu salud?

Supongo que así, en frío, la pregunta te puede parecer un tanto absurda, sobre todo si la planteamos en términos de salud. Pero verás, si nos centramos en la definición que la OMS hace de «salud»,  la cosa invita a la reflexión: La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y también social, no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia. ¿Y qué tienen que ver los tacones con esto? Mucho. Para empezar, seguro que cuando te pones esos taconazos tu bienestar mental es más que obvio. Te sientes a gusto con ellos, tu apariencia mejora, te sientes muy femenina, más atractiva y elegante. Incluso aumentará tu bienestar social, ya que el tacón, como elemento de relación, transmite una imagen que causa un efecto. Y ese efecto suele ser casi siempre positivo, salvo que el tacón se rompa y te des un trastazo contra el suelo en medio de un cóctel con 300 invitados.

En todo caso, nos estamos adelantando a la respuesta. Vamos a dejarla para el final del relato, porque prefiero que seas tú quien la defina después de lo que te voy a contar.

El zapato de tacón

¿Sabías que el zapato de tacón no siempre ha sido un recurso femenino? La moda del tacón «moderno» en occidente alcanzó antes a los hombres que a las mujeres y parece que se inició a finales del siglo XVI y principios del siguiente, cuando el Sha de Persia, Abbas I, empezó a mandar diplomáticos a Europa para conseguir alianzas contra el enemigo común, los turcos. Tras su encuentro con los persas, los europeos adoptaron el tacón como elemento masculino, por su uso «práctico» y como símbolo de estatus. Las mujeres se apuntaron a la moda más tarde, a mediados del siglo XVII, ya que había una tendencia por adoptar la moda masculina. Pero la obsesión por los tacones terminaría hacia el XVIII, tanto para ellos como para ellas, recuperándose para las mujeres hacia la mitad del XIX y perdurando hasta la actualidad.

El calzado femenino de hoy viene, en su mayoría, definido por una serie de normas sociales y estéticas, quedando como secundarias las repercusiones que puede tener su diseño para la salud de la mujer. Es un calzado caracterizado por la presencia de un tacón más o menos alto, una puntera estrecha y puntiaguda, una base de apoyo muy estrecha y un escaso control del retropié. Su uso es una cuestión de moda, un atributode elegancia, en donde los valores sociales, psicológicos y estéticos son antepuestos a cualquier otra consideración.

La altura del tacón (medida desde el suelo hasta el punto de encuentro entre tacón y suela, aunque en calzado con plataforma se resta el espesor de la suela en el antepié), suele dividirse entre tacón bajo, mediano y alto. El tacón bajo abarcaría desde su inexistencia hasta unos 2 cm de altura, el tacón medio oscilaría entre una altura de 3 y 5 cm y el tacón alto, también llamado de aguja o stiletto, comprendería alturas superiores a 6 cm (llegando, a veces, a 9.5 cm o más).

Las características del resto del zapato de tacón con frecuencia se modifican en función de la altura de éste, de manera que encontramos diseños más radicales con tacones más altos. Esos diseños incluyen a menudo punteras exageradamente estrechas -que comprimen casi hasta lo inverosímil la disposición de los dedos- y una base de sustentación muy escasa.

Un poco de biomecánica básica

La base de apoyo o sustentación del cuerpo humano es la superficie de apoyo de nuestro cuerpo sobre el suelo, o lo que es lo mismo, la superficie que existe entre los pies y bajo éstos. La bipedestación (el estar de pie y erguidos) determina nuestra forma de desplazarnos, la marcha bípeda, que, aunque no es específica de nuestra especie, sí entraña peculiaridades que no existen en otras, como la manipulación con las extremidades superiores, la optimización de la energía que consumimos al desplazarnos, y un complejo sistema de control del equilibrio que parte de la interacción de los pies con la base de apoyo.

¿Sabes como interactúan los pies descalzos con el suelo al andar? No es difícil de entender. Déjame que te describa muy sucintamente tu ciclo de la marcha, el que se desarrolla cuando decides trasladarte de un sitio a otro: empezamos en el instante en que uno de tus pies toma contacto con el suelo, siempre a través del talón. Tomando como origen el contacto de tu pie derecho, el ciclo terminaría en el siguiente apoyo del mismo pie. Por su parte, tu pie izquierdo experimentaría la misma serie de acontecimientos que el derecho, desplazados en el tiempo por medio ciclo. Durante un ciclo de marcha completo, cada una de tus piernas pasa por una fase de apoyo, durante la cual tu pie se encuentra en contacto con el suelo, y por una fase de oscilación, en la cual el pie se halla en el aire, al tiempo que avanza, como preparación para el siguiente apoyo. La fase de apoyo comienza con el contacto inicial y finaliza con el despegue del antepié. La fase de oscilación transcurre desde el instante de despegue del antepié hasta el siguiente contacto con el suelo. Bastante simple, ¿no?

Pero, ¿qué sucede con tu pie durante el ciclo de la marcha? En condiciones de normalidad se producen, para cada uno de los pies, los siguientes eventos sucesivos:

  • Contacto del talón con el suelo.
  • Apoyo completo de la planta del pie.
  • Despegue del talón o del retropié.
  • Despegue de los dedos o del antepié.
  • Oscilación del miembro.
  • Siguiente contacto del talón.

Que quede bien claro: son eventos sucesivos, es decir, ésta es la sucesión normal o fisiológica de acontecimientos por los que pasa tu pie durante el ciclo de la marcha, en donde toda la anatomía del pie es importante, pero el talón juega un papel fundamental. Es la zona que impacta inicialmente con el suelo y la que recibe la respuesta del suelo, una energía que emana del impacto en sentido inverso y que es absorbida por la almohadilla plantar, la grasa subcutánea que aquí tiene un grosor medio de 8 mm. La naturaleza es muy lista y se ha encargado de que todos, o casi todos, tengamos un talón tan «apañao». A partir del impacto se desarrolla un movimiento de impulso que, sin entrar en detalles, es participado por por prácticamente todos los músculos del miembro inferior, muy especialmente por los flexores plantares (los músculos de la pantorrilla), en un movimiento coordinado en el que, además, participan las ariculaciones de la cadera, rodilla, tobillo, las tarso-metatarsianas y las metatarso-falángicas.

Vamos a complicar un poco más el asunto, pero no mucho. Tu cuerpo y el mío, como todos los cuerpos con masa, tiene un centro de gravedad que se sitúa en el centro de la masa corporal, localizado en la intersección de los planos sagital, frontal y horizontal. Posee variaciones de acuerdo a los distintos sujetos pero aproximadamente se encuentra delante del promontorio, vértebras L5 y S1, y la segunda vértebra sacra. En términos prácticos, es el punto aparente de acción de la suma de las fuerzas de gravedad que actúan en todo el cuerpo. ¿Y qué relación tiene el centro de gravedad con el paso? La marcha es un acto complejo en el que se modifica de forma constante y sucesiva la postura corporal, entrando en juego un factor fundamental que es el equilibrio. Y para que nos entendamos: el centro de gravedad es el punto sobre el que fluyen todas las acciones destinadas a conservar el equilibrio. Cualquier cambio sobre el centro de gravedad, alterará sensiblemente el equilibrio y, en consecuencia, todas las acciones que pongamos en marcha para conservarlo.

La especie humana lleva varios miles de generaciones utilizando zapatos. Eso quiere decir que, de alguna forma, nos sentimos más cómodos andando con su protección que descalzos, aunque no tendríamos ningún problema en andar permanentemente con el pie desnudo si nos obligaran a hacerlo desde pequeños. El zapato actual es el resultado de una sesuda evolución en la que el diseño de moda se acopla a un diseño funcional que facilita, e incluso mejora, el esquema biomecánico de la marcha que te he explicado hace un momento, optimizando la base de sustentación, el equilibrio y el rendimiento del paso. Pero… ¿todos los zapatos?

El zapato va modificando ese esquema biomecánico a medida que aumenta la altura de su tacón. Vamos al ejemplo que seguro tienes en tu mente: esos taconazos que usas tan frecuentemente desde ya no recuerdas cuánto tiempo. ¿Qué miden? ¿6?, ¿7?… ¿quizá 9 cm? Cuando te los pones te sucede esto:

-Tu estatura aumenta por arte de magia (o de tacón) un hasta un 6% más. De repente pasas del 1,65 al 1,73. Ves el mundo desde otra perspectiva y el personal te ve a ti de otra manera: más alta (además de más guapa, estilizada, sexi, y elegante). Tu centro de gravedad se desplaza hacia delante y hacia arriba, y se sitúa por delante de la 4º o 5ª lumbar, alterando la alineación de la columna y las caderas. Quizá tu cerebro consiga olvidarse -a base de horas de uso- de tu antiguo centro de gravedad, pero tus vértebras no. Todo lo contrario: si tus vértebras fueran entes pensantes, estarían muy enfadadas contigo. Al desprotegerlas de su envidiable situación, has hecho que sus articulaciones sean víctimas de cargas para las que no están diseñadas. Y eso, como veremos en un par de minutos, tiene consecuencias. La curvatura fisiológica de la columna ahora se ha modificado. Aparece un culito respingón que mola mucho a costa del aumento de la lordosis lumbar, esa curva que hace que la columna pueda soportar mejor las cargas diarias, pero que ahora busca desesperadamente ese centro de gravedad. Aumenta la cifosis cervico-dorsal: cuidado, ¡te sale chepa!, pero como tu cuerpo es muy coqueto, sin percatarte compensas subiendo el mentón un poco más arriba de lo habitual.

-Tu base de sustentación disminuye drásticamente. La superficie de contacto de un tacón de aguja es mínima (puede ser de 1 ó 1,5 cm cuadrados, es decir, una minucia comparada con la superficie de un tacón plano). La puntera del zapato es mucho más estrecha (pregúntaselo a tus pobres dedos, comprimidos y maltrechos en ese minúsculo espacio en el que apenas pueden respirar). La anchura del zapato ha disminuido considerablemente. Pero cuidado, también la longitud: no es lo mismo una talla 38 con un tacón de 4 cm, que la misma talla con un tacón de 9. En el segundo caso la longitud de la huella en el suelo es más corta. Eso quiere decir que la zona de contacto con el suelo, la base de sustentación, ha disminuido también en longitud. En definitiva, tenemos ahora un área de sustentación más pequeña.

Y ahora ponte a caminar con esos tacones e intenta reproducir el paso fisiológico que te he explicado más arriba. Imposible. Mira cómo caminas, hazte una idea:

-El pobre talón ahora es un mero comparsa, porque es el antepié el que primero toma contacto contra el suelo. Puede que te parezca que no es así, que la punta y el tacón contactan al mismo tiempo, pero existe una pequeña diferencia en el momento del impacto a favor de la parte delantera. Las articulaciones metatarso falángicas se encargan de recibir y absorber ahora esa energía de impacto para la que no están fisiológicamente diseñadas. Además, imagínate una vez más a esos pobres dedos… es lo que les faltaba: encima de estar enlatados, reciben un tortazo que no esperaban.

-Inmediatamente después del antepié contacta esa minúscula superficie del tacón que se limita servir casi como elemento de equilibrio. Lógicamente no hay una transmisión de atrás adelante en la evolución del paso; el antepié lo hace todo solito, y los músculos de la pantorrilla se esfuerzan en que sea así, contrayéndose más que en el paso con calzado normal para elevar el pie y conseguir la fase de oscilación del miembro, y manteniéndose contraídos para procurar que en el próximo apoyo vuelva a ser el antepié el que primero llegue al suelo. Pobres gemelos, no descansan ni un segundo. Incluso cuando estás parada siguen trabajando para poder mantener tu postura erguida. El problema es que si eres usuaria crónica de tacones altos, su longitud acaba acortándose, y eso, como verás enseguida, no es nada bueno.

-La articulación de la rodilla se vuelve loca. Ahora flexiona en el momento del apoyo, cosa que antes no hacía (si llevaras un zapato plano, la rodilla estaría extendida). Espero que tengas muy bien el cartílago articular, porque va a tener que estar en forma para aguantar tanta presión ambiental. Un estudio confirmó que la presión intraarticular en la rodilla aumenta hasta un 26% en mujeres usuarias de tacón. Los cuádriceps se contraen también en ese momento para dar mayor estabilidad a la rodilla, una vez más en otro momento distinto del ciclo natural del paso. Vaya lío.

-En estas circunstancias, el paso resulta mucho más corto, como no podía ser de otra manera. No he visto a nadie que con grandes tacones consiga desarrollar zancadas largas de forma mantenida, so pena de jugarse el tipo.

El paso es más inseguro por la drástica disminución de la base de apoyo. Hay que hacer más equilibrios. Pero tu centro de gravedad ahora está más arriba y más adelante, y todo el sistema de control de ese equilibrio -que no te voy a explicar ahora, porque quiero que llegues al final del relato- resulta más ineficaz para mantenerlo.

No existe una evidencia científica ni estadística al respecto de qué porcentaje de mujeres ha dicho alguna vez en su vida la frase «estos tacones me están matando». Pero apostaría algo a que si tú no lo has dicho nunca es porque no usas tacones.

La patología

Has leído bien: patología. Lo de antes no sale gratis y deja secuelas. O mejor dicho, predispone a padecer lo que te cuento a continuación. Voy a intentar ordenarlo de menor a mayor importancia o trascendencia:

Callosidades: ¿Recuerdas lo de la almohadilla plantar en el talón? El resto del pie no está tan protegido con la grasa subcutánea y es habitual que en las zonas de carga aparezcan callos. De acuerdo, te los quita el podólogo por un módico precio, pero no les restes importancia. Sigue leyendo.

Metatarsalgia: Es el dolor que aparece en la zona del antepié por la redistribución del peso corporal que causan los tacones. Aumenta al andar o en bipedestaciones prolongadas, y se asocia en la mayoría de los casos a callosidades en la zona de los metatarsianos o en la planta del pie.

Dolores de espalda y cuello: Por afectación de la columna vertebral, debido a que se altera la correcta alineación -como te he contado antes- y el conjunto de fuerzas de sustentación y equilibrio.

Inflamación del tendón de Aquiles: Esta tendinitis está en relación directa con el acortamiento de los músculos de la pantorrilla y con la tensión permanente del tendón.

Fascitis plantar: La fascia plantar es una banda de tejido elástico que va desde el calcáneo hasta la zona metatarsal. Su inflamación, principalmente en la zona en la que la fascia se inserta con el calcáneo, es lo que conocemos como fascitis plantar. La fascia plantar tiene una importante función biomecánica al caminar: es la responsable, junto con otras estructuras del pie, de mantener el arco plantar, de absorber y devolver la energía que se produce cuando el pie impacta contra el suelo y de proteger los metatarsianos, evitando un exceso de flexión dorsal de los dedos. Existe una relación directa entre la fascitis plantar y el acortamiento de la musculatura posterior de la pierna: cuanto mayor acortamiento, más posibilidades de generar fascitis.

Neuroma de Morton: Engrosamiento del nervio interdigital en el espacio que existe entre el tercer y cuarto dedo del pie. Se produce como consecuencia de una compresión crónica, como la que generan los zapatos de puntera estrecha con tacón alto. Provoca dolor a veces muy intenso en la zona anterior de la planta del pie, a nivel del metatarso, cerca del 2º ó 3er espacio interdigital.

Dedo en martillo: Conformación de algún dedo del pie en forma de garra que suele producirse por el uso de zapatos de tacón con punta muy estrecha. El dedo es forzado a estar en una posición flexionada. Los músculos y los tendones en el dedo se acortan.

Hallux valgus: El famoso juanete. Deformación evolutiva del primer segmento metatarso-digital del pie, afectándose el primer metatarsiano junto con sus dos sesamoideos, resultante de la desviación del primer metatarso varo (por dentro) y del desplazamiento del dedo gordo del pie (hallux) en valgus (por fuera). El defecto de alineación del dedo gordo del pie provoca la formación de un «juanete», un saliente óseo situado en la deformación, que es agravada al caminar. Tiene mucha mayor incidencia en mujeres, y se considera que los zapatos estrechos y de tacón alto son un importante factor de riesgo.

Artrosis de rodilla: Muchos autores asignan al tacón alto un factor de riesgo en la aparición o el agravamiento de una artrosis de rodilla. Como te conté antes, la rodilla es una articulación especialmente sensible a los cambios posturales y del ciclo de la marcha que genera un tacón alto, con un sensible aumento de la presión intraarticular.

Unos consejos

Para las más jóvenes: Alternad el calzado de tacón alto con zapatos mucho más planos, para evitar que la musculatura de la pierna se “acostumbre” a la altura del tacón y se acorte.

Para las que tenéis problemas de columna vertebral, especialmente discopatías vertebrales lumbares o problemas artrósicos vertebrales: Si después de lo que habéis leído habéis decidido no usar tacón alto, enhorabuena. Si os quedan ganas de usar tacón alto, sabed que estáis pidiendo a gritos un agravamiento de vuestra patología vertebral.

Para todo el mundo: Zapatos con tacón moderado, con plantillas suaves que alivien la presión sobre los dedos de los pies y el antepié en general, puntera ancha, y piel blanda y cómoda. Una vez alguien muy relacionado con la industria del calzado me dijo: «no hay nada más barato que un zapato caro». No todos los zapatos caros son bondadosos, pero la mayoría de los zapatos baratos suelen ser bastante agresivos.

La respuesta

Volviendo a la pregunta con la que iniciábamos este artículo… tú misma. Creo que después de lo que te he contado la respuesta la tienes clara.

Por cierto… me encanta el aspecto tan estilizado de tus piernas con esos Pura López tan bonitos.

Por Antonio Amorós Alcázar

Valoración del Daño Corporal